Sendak y Babar: las emociones y los elefantitos no se domestican

 "Es una lástima que cuando Babar huyó de la selva hacia París en 1931 no lo hiciera vía Brooklyn. Si me lo hubiera cruzado, habría recibido con los brazos abiertos a este elefantito huérfano y me lo habría comido a besos. Qué pena que no pasara de visita por mi casa; parte de ese espíritu amable y de esos modales tan sensatos se podría haber contagiado a un niño cuya infancia estuvo presidida en gran medida por emociones incontroladas.

Así abre Maurice Sendak, el genial prólogo de esta recopilación de las historias de Babar, escritas y dibujadas entre 1931 y 1937 por Jean de Brunhoff. 

¿Conocen a Babar? ¿Han sido cautivadxs por su ternura? Un elefantito con una madre muy buena que un día es asesinada por un malvado cazador. Van dos páginas de su primer libro y ya sabemos que la tragedia nos acompañará todo el camino. 

Babar huye y llega a la ciudad dónde una anciana señora le regala ropas elegantes, practica gimnasia con ella cada mañana, aprende matemáticas y todo lo que un elefantito con buenos modales franceses debe saber.

Babar es un canto a la resiliencia, aferrado a la vida, sortea cada escollo, vuelve a la sabana y se convierte en rey, esposo y un gran padre. Sólo a veces se asoma por la ventana y derrama unas tres o cuatro lágrimas al recordar a su madre. 

Cuenta Sendak que Babar le provocaba una rabia inaudita, le parecía pacato y bien portado, no entendía cómo un ilustrdor que le generaba una sincera admiración contaba una historia que sobrevolaba superficialmente la tristeza y no ahondaba en la tragedia de ser un elefantito huérfano y desamparado. Él, que había sido un niño atormentado y escribía desde las emociones profundas de su infancia, no concebía otra forma de pensar y transitar las situaciones traumáticas

Sin embargo Jean de Brunhoff, había elegido otro camino, quizás porque ya era padre y vivía en una casa en la campiña francesa a orillas del Sena y no en la frenética Nueva York, quizás porque sabía internamente que se estaba muriendo de tuberculosis y quería dejarle a sus hijos un sentimiento escrito: su amor por la vida.

Mucho se habla  hoy en día acerca de las emociones y de cómo sobrellevarlas. Y eso es algo bueno. Cuando yo era chica, no se hablaba de eso,  más bien las emociones descontroladas era reprimidas por el mundo adulto.  Los libros para "trabajar emociones" tienen una demanda alta en el mundo adulto que muchas veces no sabe ni qué hacer con las propias entonces busca en el libro, objeto con autoridad e inspirador de respeto si los hay, alguna solución para ese mar de emociones que transitan las infancias.

Creo que no hay una forma correcta de transitar las emociones, pero de algo estoy segura: durante la infancia se viven experiencias felices y otras no tanto, inevitablemente, por lo blando de nuestra piel en esa etapa, serán experiencias traumáticas que deberemos procesar a lo largo de nuestra vida. ¿De qué manera? ¿Ahondando en cada herida hasta limpiarla? ¿Poniéndole un color a cada estado de ánimo para reconocerlo? ¿Leyendo las aventuras de un elefantito que le pasó lo más triste y aún así, su vida fue hermosa? 

Sólo hay formas. 

Es engañoso pensar que uno puede elegir leer un libro para lograr cierto objetivo en los lectores. La comunicación es siempre un acto de construcción conjunta de sentidos. Sin embargo sí podemos propiciar deliberadamente acercar lecturas que propongan miradas diversas del mundo para que las alforjas de las herramientas que son los relatos que nos constituyen no sean de un sólo tipo, no vayan en una sola dirección. Porque la vida va en todas la direcciones, y ahí reside su encanto.







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